Evocaciones de un hombre desesperado.

Era una tarde fría, que embotaba los sentidos, había llovido todo el día en esa pequeña ciudad  del estado de Guerrero, transcurrían los años de mediados de los ochentas y por ello las gotas caían pausadamente como temiendo desprenderse de los tejados, las personas refugiadas en el ambiente cálido de sus hogares no dejaban que entrara nada que viniera a entorpecer este momento de unión familiar. 

Un silencio que invitaba a meditar, a escribir poesía a extasiarse en el universo, envolvia el entorno,

Al final de la calle principal se encontraba una cantina, no era el mejor lugar pero si el adecuado para calentar un poco el cuerpo con  la exquisitez de un trago amargo, en ese lugar vacío, solitario y falto de calor podía sentirse en el ambiente la manera en que el tiempo se detenía.

En un rincón de aquel lugar, un hombre de no màs de cincuenta años,su rostro curtido por el paso de los años reflejaba cansancio, hastío por la vida; en esos momentos se encontraba en franca comuniòn con los recuerdos, con aquellos momentos que nunca volverían. Su mano sostenìa una copa que el cantinero previamente habia servido con un mezcal caracteristico de esos lugares.

Dio un trago a su bebida, disfrutando del amargo de su consistencia, sintiendo como el caliente liquido iba recorriendo su interior haciendo sentir una sensaciòn placentera.A su mente llegaron las primeras imàgenes, los primeros recuerdos, desde una infancia plagada por los regaños y castigos de su padre y las tiernas caricias que le prodigaba su madre.

La mirada perdida en el infinito veía pasar las imágenes de sus evocaciones como si de una película se tratará, diò un trago como si en èl quisiera borrar sus recuerdos, como si lo vivido en su infancia le incomodará o tal vez volver en el tiempo para de nuevo ser feliz.

El cantinero en  solemne respeto con el personaje no hablaba,  como si de atender un personaje grandioso se tratará volvió a llenar de nuevo la copa con el preciado liquido.  Volvió a beber  un largo trago y  se  sumió en sus pensamientos, que raudos afloraron y las interrogantes llegaron a su mente:


Cavilando, el tiempo paso sin darse cuenta, a lo lejos se escuchaba el ladrido de los perros que incesantes ponìan el ritmo a la monotonìa del momento. Aquel hombre de extraño aspecto, no dijò nada deposito unas monedas en la mesa y encogido de hombros se dispusò a salir del lugar, afuera la población dormía exhausta, soñando en un mejor porvenir, sus pasos resonaron melancólicos, temerosos de no querer llegar a la frialdad del cuartucho donde vivía.........

Continuará.



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